Mi estómago era como una lavadora, centrifugando al máximo; mi cabeza, como una tormenta de dudas; mi corazón, una sombra en la noche.
Nada salía como uno quería, pero con el tiempo ganaría la guerra.
Pero, ¿qué se habían creído todos? ¡Lo he hecho lo mejor que he podido! La gente solo ve las cosas malas.
Pasó el tiempo, la guerra seguía. ¡Cuántos días malgastados! ¡Cuánta vida desaprovechada! ¡Oh de mí! ¡Oh de ti! ¡Oh del tiempo!
—¿Quién eres?
—Tú, el que siempre me sigues, el de la vida eterna, el que me atormenta todas las noches. ¿Quién... eres... tú?
—¡SILENCIO!
—¡Oh de mí! ¿Quién sois? Decídmelo, o alguien morirá...
—¡SILENCIO!
—No amenaces a aquello que no conoces. Tú, subhumano, calla, espera y verás.
Espero y espero, pero nada sucede. El tiempo pasa veloz y no veo a nadie. Mi mente, mis pensamientos, se retuercen intentando saber quién es, y por qué me atormenta de esta manera.
¿Quién es el que me manda callar, el que me dice que espere? Llevo toda una vida esperando, ¿cuántas más perderé?
Mucho tiempo...
Conozco lo infinito, el abismo, el mismo Infierno, el paraíso, el cielo. Lo sé todo y no sé nada. Tú, morador de mis sueños, ¿qué quieres de mí? ¿Soy un instrumento para ti, que juegas con mi vida? Moriré si no te das a conocer, y muerto no te serviré de nada.
—¿Quién...eres...tú?
—¡SILENCIO!, los muertos no hablan.
—¿Muertos? ¿Quién está muerto?
—Tú...
—¿Yo?
—Quién sino...
—¡Estoy vivo!, ¿no me ves? Tú que todo lo sabes.
—Yo no veo nada ni a nadie, solo veo ignorancia a mi alrededor. A alguien que solo piensa en sí mismo... en sus penas...
—¡Mis penas son reales!
—Yo... soy... real..., no tú...
—¡Cállate!, me das dolor de cabeza.
—Tú te infliges ese dolor.
—Son tus palabras las que lo producen.
—En tu interior das crédito a lo que te digo...
—¡No! Creo que tú me temes... ahora me doy cuenta. Me das pena.
—¡Temerte a ti! Soy yo quien te controla, el que controla tu vida, y el que te la puede quitar. Sin mí no eres nadie... piénsalo...
—¡Déjate ver! si tan poderoso eres.
—Los ciegos no ven...
—Veo a mi alrededor, y me veo a mí mismo.
—¿Puedes ver lo que hay más allá?...
—Más allá no hay nada.
—Ciego eres, pues...
—Piensa en mis palabras, y cuando estés preparado, aquí estaré...
¿Qué me está pasando? Siento un gran vacío en mi interior.
—¡Regresa!
—Reflexiona...
La guerra continúa y no gano batalla. ¿Contra quién estoy luchando? Pienso en tus palabras y no le encuentro sentido a nada. ¡Maldito seas y malditas tus palabras!
Me llamas egoísta e ignorante porque solo pienso y actúo para mi provecho, pero pienso en todo, en su medida correspondiente, ni más, ni menos.
Soy una persona justa, si me preocupo de todos, ¿cuándo me preocuparé de mí? Pienso en mí, en mis seres queridos, y en todo lo que me rodea. Pienso en mi futuro, en el de los demás, y el mío lo veo poco claro, en cambio el de los demás es todo perfecto.
Necesito tiempo para ordenar mi vida, para construirme un porvenir ideal, para planear una existencia agradable.
Después, está todo lo demás.
Si a esto le llamas ser egoísta e ignorante, entonces ese es mi nombre.
—Sé quién eres.
—Lo crees...
—Te conozco.
—Crees lo...
—Me perteneces.
—No crees lo...
—Te pertenezco.
—No crees lo si...
—Te domino.
—No crees lo si tú... puedas...
—Mi mente.
—...puedes...tú.
—Tu mente...
—¡Fuera de mí!
—Puedo no, perteneces me...
—Eres débil.
—Tú débil eres, débil seré yo.
—Sé quién eres.
—Lo crees...
Sé que te conozco, aunque lo niegues. Te domino aunque no lo creas. Estás en mí y en todas partes, eres poderoso pero no inmortal.
—¿Sabes quién soy yo?
—Conozco a todo aquel al que poseo.
—¿Me conoces bien?
—Muy bien...
—Dime una cosa, ¿de dónde vienes?
—Vengo de ti. Siempre estuve aquí.
—¿He sido el único, o has conocido a alguien más?
—A todos...
—¿Vas a matarme, verdad?
—No. No está en mi mano hacerlo...
—Si pudieras, ¿lo harías?
—Tus preguntas me aburren...
—¿Lo harías?
—No, jamás. Yo no destruyo, ayudo a crear.
—¿Quién eres?, ¿y por qué me elegiste a mí?
—Sabes quién soy porque crees en mí...; tú me elegiste a mí.
—¡No contestas a mis preguntas!
—No formulas las preguntas correctas...
—Piensa y concéntrate en tus pensamientos... tienes la respuesta en ti mismo.
—¡No te entiendo!
—Piensa...
—Tú me acosabas, amenazabas y perturbabas mis sueños.
—Tú mismo lo hiciste...
—Tenía pánico y un miedo perturbador.
—Tú lo creaste...
—Pasé noches sin dormir, desvariaba, pensaba que me volvía loco. ¿Lo estoy?
—¿Tú lo crees...?
—No lo sé.
—Entonces, ¿por qué preguntas?
—No lo sé.
—Dijiste que me controlabas, ¿lo haces ahora?
—No, nunca lo hice...
—Lo sé.
—¿Por qué lo preguntas?
—Para que sepas que no puedes engañarme.
—No creí que pudiera...
—Pero lo intentaste, ¿sabes cómo funciona el juego?
—Yo pregunto y tú me contestas con mis preguntas, evadiendo respuestas.
—Exacto.
—¿Con qué propósito?
—Tú lo sabes...
—Para que me dé cuenta de cómo funciona mi mente.
—No exactamente, pero ahora lo sabes...
—Creo saberlo. Siempre sé las respuestas.
—Cierto. Tu mente es lenta, pero ya vas aprendiendo.
—¿Cuánto tiempo llevas entre nosotros?
—Desde tiempos inenarrables. Antes incluso de que se creara el principio.
—Mucho tiempo observando el mundo.
—Mucho tiempo para crearlo...
—Y poco tiempo para destruirlo.
—Cierto.
—¿Quién es el dueño de todo?
—Nadie es dueño de nada... simplemente se crea algo y se deja crecer, nadie controla nada.
—Entonces es autodestructivo...
—Eso depende de cada uno. ¿Deseas destruir?...
—¿No destruimos desde que nacemos?
—No. Solo desde que tenéis uso de razón. Vuestra naturaleza es destructiva...
—Nos hacemos a semejanza de lo que vemos en el transcurso de nuestra vida.
—Vuestra mente es débil...
—¿Puedo fortalecerla?
—Puedes...
—Ayúdame a conseguirlo.
—Lo estoy haciendo. Tu mente a cada palabra, pensamiento tuyo, se hace más fuerte.
—¿Volveré a hablar contigo?
—El tiempo lo dirá...
—Me siento mejor.
—Tu peso es más ligero...
—Siento mi mente más despejada, mis pensamientos son más fluidos y coherentes.
—Tu fortaleza ha sido abatida, destruida. Buen trabajo...
—Estoy en deuda contigo.
—...Todo a su debido tiempo...
He abierto los ojos y mi mente al mundo. Ahora veo su verdadero rostro y no le tengo miedo. He ganado la guerra... Llevo tiempo pensando y analizando lo que es la vida, y ahora le he encontrado la gracia al chiste.
He vuelto a soñar con un ángel... ...o con el mismísimo diablo...