31 de marzo de 2012

Un mundo IN-feliz


-¡Apriete bien Adela! –Claudia Jones se sujetaba al respaldo de la silla para no caerse.
            -Señorita Jones, no puedo apretarle más el corsé sin que le haga daño –La frente la tenía perlada del esfuerzo.
            -Necesito estar bella para Robert, Adela, y quiero que me mire bien el escote, que vea lo hermosa que soy. – Se notaba los pechos bien apretados y al mirarse el escote vio que los tenía bien firmes y rosados. –Está bien Adela, creo que ya es suficiente. Espero que mis atributos sean del agrado de mi galante caballero. –Se alisó el vestido que su padre le había traído de Italia y fue al espejo a contemplarse. –Algo habrá que hacer con este pelo ¿Qué le parece un recogido y una de esas pamelas que tiene madre?
            -Estará usted bellísima mi señora, y si Ser Robert no lo ve vaya buscándose a otro caballero que no esté mal de la vista. –Detrás de ella iba arreglándole el bajo del vestido, lo justo para que no arrastrase y lo ensuciase.
            -Querida Adela, sabes cuanto tiempo he estado esperando este momento, cuantas lágrimas he derramado por él, y ahora que tengo la  mayoría de edad puedo hacer realidad mi sueño, lo quiero a él. – Mientras se recogía el pelo escuchó como el carruaje paraba delante de la puerta de casa.

            Un Clic y el televisor cambió de canal.

            -¡Capitán los torpedos fotónicos están preparados y apuntando a la nave enemiga! – Tecleaba en el control de la nave y varios Bips sonaron en todo el puente de mandos.
            -Relájese Teniente, esperaremos a tenerla más cerca, ¿sigue el escudo de invisibilidad al cien por cien? –El capitán estaba sentado en su butaca al mando de la nave con las manos reposando en los brazos.
            -Ha bajado al noventa y cuatro por ciento, pero aguantará en primer impacto. –Seguía mirando cuadro de mandos cuando notaron el impacto en la proa de la nave.
            -¿Que ha pasado? ¿No estábamos con el escudo de invisibilidad? ¿se puede….-Otro segundo impacto partió la nave en dos que quedaron a la deriva en el espacio.


            Otro Clic y el televisor volvió a cambiar de canal.

            -Se acerca una tormenta tropical causada por el tornado Mike, se han tomado todas las precauciones en las ciudades de la costa este dado que la tormenta está en pleno apogeo – Se veía un mapa por satélite que mostraba el avance de la tormenta.- se esperan unas diez mil evacuaciones a la otra punta del país.
            -Si Michael, además me informan que ya ha habido varias muertes por derrumbes en varas playas, y algunos desaparecidos…


            Otro Clic y el televisor se quedó en negro.

Pedro se levantó del sofá y se rasco ausente el trasero y dejó escapar un eructo causado por la Coca-Cola. Tiró el mando de la televisión dentro de la pecera y se acomodó en el fondo rodeado de peces curiosos.
Se plantó delante de la estantería donde tenía los libros colocados y cogió el que quedaba más a la derecha. Lo hizo sin pensar, como un autómata. Le quitó el polvo que tenía acumulado en lo alto de un soplido. Y se sentó en el suelo con la espalda apoyada en los radiadores de la calefacción. Ringo, su gato siamés se acercó ronroneando y se acomodó entre sus piernas y volvió a dormirse. Pedro lo acarició y miro el libro no era el que más le gustaba y ni mucho menos hacia honor al título, pero le gustaba su significado. Abrió el libro por la primera página.

“CAPITULO I

(*)Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas. Encima de la entrada principal las palabras: Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, y, en un escudo, la divisa del Estado Mundial: Comunidad, Identidad, Estabilidad.
La enorme sala de la planta baja se hallaba orientada hacia el Norte. Fría a pesar del verano que reinaba en el exterior y del calor tropical de la sala, una luz cruda y pálida brillaba a través de las ventanas buscando ávidamente alguna figura yaciente amortajada, alguna pálida forma de académica carne de gallina, sin encontrar más que el cristal, el níquel y la brillante porcelana de un laboratorio. La invernada respondía a la invernada...”

Pedro empezaba a mezclar frases y las letras eran un borrón delante de sus ojos con los que luchaba para que no se cerrasen y cayese en un sueño profundo. Su mente se rendía al cansancio, al agotamiento del día, a las preocupaciones, a la falta de trabajo. Era uno de los casi cinco millones de parados, de los miles que estaban luchando porque no le quitaran la casa, por comer cada día. Pedro no podía hacer otra cosa que buscar trabajo todas las mañana y ver la televisión todas las tardes, por lo menos hasta que no le cortaran la luz. Por suerte como el pensaba, no tenía mujer ni hijos, y eso en el fondo le consolaba. El hecho de no hacer sufrir a su familia lo hacía más llevadero dentro de lo malo. Pero en el fondo de su ser, esa parte de la vida que no había completado lo deprimía.
Los ojos perdieron la batalla, cayeron pesadamente y la última palabra que se le quedó grabada fue; Feliz.
El libro se le cayó de las manos, cerrándose de golpe y haciendo que Ringo saliera bufando enfadado por el atropello. Pedro se quedó dormido con la cabeza apoyada en radiador y los brazos caídos al costado.

En la portada del libro se podía leer; (*) Un mundo feliz; Aldous Huxley.

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