31 de marzo de 2012

Crisálida


Me desperté de la anestesia un poco mareada y con la boca pastosa, seca. Las luces de la habitación, con ese blanco nuclear me hicieron cerrar los ojos y noté que unas lágrimas se iban formando en mis sensibles ojos.
            Era una sensación rara, estaba contenta pero a la vez asustada. ¿Cómo sería ahora mi nueva vida? Ese gran peso que llevaba encima desde que tengo uso de la razón, era ahora un vago recuerdo. Pero aún ahora mi pasado me hacía un poco de sombra allí tumbada en la cama del hospital.
            Nadie había venido conmigo, estaba sola. Ningún miembro de la familia estaba de acuerdo con lo que acababa de hacer, de hecho llevaban tiempo que no estaban de acuerdo y desaprobaban mi estilo de vida, mis creencias y mi aspecto. En cierto modo estaba mejor sin ellos a mi lado. Mis padres, ellos eran los que más odiaban todo esto, pero es casi normal, y no los justifico, bueno si, pero como decía es normal ya que vienen de una época que esto estaría penado como mínimo con la cárcel. De todas formas y ahora que nadie nos oye, mi madre, me envió un regalo antes de mi ingreso en el hospital, un vestido precioso con una nota que decía: Sabes que te quiero aunque no sepa por qué haces estas cosas, pero te deseo suerte. Tú padre, en fin, ya sabes cómo es, dale tiempo. Te quiero.
           Ese regalo y la carta me dieron las fuerzas que me hacían falta para entrar ese día al hospital, no porque no quisiera dar el paso, es que me dan miedo los hospitales, pero sobre todo la anestesia ¿alguien a parte de mi, ha pensado alguna vez que podría salir mal y no despertarse nunca más? Pues yo soy de esas personas que se formulan esa serie de preguntas cuando entra en un hospital, bueno y si en la habitación habrá baño privado y lo que es mejor, ¿estaré sola o tendré que aguantar al compañero o compañera de turno? Esas eran más o menos con las cosas que me comía la cabeza. Claro, luego está la operación sí, pero siendo de riesgo, todo apuntaba a que saldría bien, y por lo que puedo contar así ha sido.
         Perdón que entra el doctor.
         Madre mía que alto, moreno y guapísimo, si no hubiese estado atontada y dolorida habría saltado de la cama a su cuello y lo habría besado hasta dejarle sin respiración. Que hombre, que guapo. Bueno, a lo que iba, el doctor me está mirando con ojo clínico, como si no, y ahora habla con la enfermera, muy mona por cierto y por la cara que ponen los dos, parece que todo va normal, eso espero.
         El doctor y la enfermera ya se han ido, hace unos quince minutos, no he podido explicar nada porque me han torturado un poco con las pruebas y no era plan de detallarlas con pelos y señales, y un poco de vergüenza también me da, para que negarlo. Pero bueno, ahora os cuento que ha pasado en el momento que han entrado y como me han manipulado durante esos quince minutos.
         No quiero entrar en muchos detalles ahora mismo, dejaré pasar unos meses hasta que todo esté en su sitio, no me moleste y sea capaz de moverme con total libertad. Dice el doctor que todo ha salido genial, y que en unos días podré hacer vida normal. No sabéis lo que me alegra. A lo que iba, el pecho está perfecto, apenas me quedará cicatriz, no he querido pasarme y me he puesto una noventa y cinco, dos envidias para las demás. Mis partes íntimas, esa zona como que no me la puedo ver bien con tanta gasa y venda, pero cuando me han estado mirando he podido ver con un espejo de mano, que todo estaba como tenía que estar, eso sí, hinchado y con un color que ahora mismo un hombre saldría corriendo y no pararía hasta que le diera un paro cardíaco. Pero en unos días estará en perfectas condiciones. Todos los demás retoques, nariz, nuez, labios y ojos ya me los hice hace un tiempo, mientras estaba en tratamiento con un psicólogo y un psiquiatra. Hay que pasar por todos ellos cuando te embarcas en esto. Nada más que dos años hasta llegar a esta cama.
       Ahora soy feliz, y solo me queda recuperarme de toda la operación y seguir algunas pautas de dilatación de cierta zona con unos aparatos que mejor no sepáis que son. Ya os iré poniendo al día de cómo me va mi nueva vida.
       Por cierto mi nombre real es Miguel,  pero como he dicho, desde hace unos años todos me conocen como Laura.

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