(escriba aquí su propio título, a mí me da pereza)
Esta es la guía definitiva de cómo ser un misántropo y no
morir de agotamiento. O de aburrimiento, o de… Muchas cosas que por ahora me voy
a ahorrar.
Paso uno: Rutina mañanera.
Cada mañana, el mismo ritual: desperezarse (acto bastante
difícil, según la noche que hayas tenido), ducha rápida (sirve para espabilarse
y, de paso, por higiene), café (indispensable para la vida), y luego avanzar al
siguiente nivel: pasar el día… como se pueda.
Paso dos: Como ser un perfecto
misántropo, pero con gato.
Vivo solo. Bueno, si no cuento al gato. Aunque es fácil no
contarlo, porque solo aparece cuando tiene hambre. Se llama Señor Jones, o Jonesy,
que es más corto. Pelaje blanco, ojos azules, dormilón profesional. Es el mejor
compañero de vida: cada uno por su lado, sin molestarnos casi nunca. A veces me
da la sensación de que convivimos en paralelo, como dos inquilinos que se
cruzan en el pasillo sin necesidad de hablar.
Paso tres: También somos
personas, y nos adaptamos…a los espacios.
Mi piso tiene lo justo para que una persona lo pueda llamar
hogar: mini cocina, mini baño, mini habitación y una mini sala de televisión
(32 pulgadas; más grande sería como meterme yo dentro de la película). Vamos,
un mini piso muy apañado. Compacto, como yo.
Paso cuatro: Hablamos, pero con
nosotros mismos, y a veces no nos aguantamos. Yo por los menos.
Os quería contar cómo es mi vida, pero mejor os explico
cómo la vivo. A duras penas.
Trabajo como operario en una cadena de montaje. O
desmontaje, que es como yo lo vivo. Ocho horas desmontando mi cerebro. Ruidos,
monotonía, y ganas de comer constantes. Ese es mi día a día en ese trabajo. Una
trituradora de pensamientos.
Tengo un problema. A veces no me callo a tiempo. O, mejor
dicho, hablo demasiado. Y eso, en sí, no sería un problema... si lo hiciera con
los demás. Pero lo hago solo. No soy de los que hablan por los codos. Soy más
bien de los que no dicen nada en voz alta… pero no paran de hablarse por
dentro. Soy un hablador interno. Un loco, según los cánones de la sociedad.
Paso cinco: El problema, pero
para los demás, que quede claro.
Tengo problemas para socializar, aunque si lo pienso bien,
creo que es más pereza que otra cosa. Pero de esa pereza espesa, como una
niebla. Si alguien me viera desde fuera, pensaría que soy un caso clínico: no
sé cómo empezar una conversación, me trabo, me sudan las manos, y soy incapaz
de ordenar una frase sin desmontarla mentalmente antes de decirla.
Vamos, carne de cañón para los especialistas de la cabeza.
Y lo peor es que ni siquiera tengo una historia trágica que lo justifique. Solo
soy yo, peleándome con un cerebro que no se calla nunca… salvo cuando de verdad
quiero decir algo.
Bien, ese soy yo.
Míster Dolores de Cabeza y adicto al helado de pistacho.
Todavía no tengo claro si me gusta por el sabor o más bien
por el color… A veces creo que los colores tienen su propio sabor.
Paso seis: Igual al cinco, pero
con mala memoria, o retentiva. A elegir.
No lo he dicho, pero es mi primer día de vacaciones. Y ya
estoy pensando en las cosas que no voy a hacer. Creo que un Excel, sería una
opción fantástica. Pero, como estoy de vacaciones, eso sería trabajar, así que
mejor me quedo quieto, solo pienso pensar…vaya, eso sí ha sido impresionante.
Paso siete: Esta parte es lo
peor, no lo dudo, ni vosotros tampoco.
Es agosto. Calor. Sudores. Olores desagradables de la
gente…
¿Sabéis? Existen los desodorantes. Y los
hay de infinidad de olores.
Olores… no me llevo bien con ellos. Tengo esa manía. No los
soporto.
Fijaos: cuando abro la nevera, dejo de respirar. El olor a
comida fría me da náuseas.
Si tuviera un psicólogo, tendría trabajo. Mucho trabajo.
Pero soy capaz de sacar algo positivo: tengo vacaciones
todo el mes de agosto.
Paso ocho: El conflicto (Con
los demás, y con mi gato)
Me gustaría irme de viaje. A algún lugar tranquilo. Sin
mucha gente. Sin mucho sol.
(Si se pudiera, apagaría el sol. O al menos le bajaría la
intensidad. Un sol rabioso no lo aguanto.)
Odio el sol. Me deja cansado, de mal humor, con ganas de no
salir de casa.
En eso nos parecemos Jonesy y yo.
Vacaciones. Viaje. ¿Cómo voy a hacerlo?
Podría ir a una agencia de viajes, claro, que me lo hagan
todo ellos. Pero eso implica una conversación detallada y minuciosa con alguna
persona que seguro no me va a caer bien. Me suele pasar, la gente en general no
me cae bien. Siempre con prisas, hablando a gritos, riendo por nada y
respirando demasiado fuerte.
Paso nueve: Este paso es
importante, da paso (lo sé es repetitivo, reiterativo, redundante, insistente,
machacón) al descanso mental, quiero decir, vamos al siguiente capítulo.
Paso diez: Bueno, ¡este número
es el especial, el dorsal ganador, el Messi… Va! Si hombre, ahora resulta que
hablo de futbol. Prefiero morir aplastado por una jauría de gatos salvajes.
Bien, es hora de buscar destino vacacional. Cosas a tener
en cuenta:
1.
Que acepten gatos, por lo menos a Jonesy
2.
Que la estancia sea más grande que
mi mini piso
3.
Que la comida sepa a lo que huele
4.
Que no huela la comida a cosas
frías
5.
Que sea barato, pero que no sea
como un hostal de carretera.
6.
Que la ducha sea una ducha y no un
lavadero de perros.
7.
Que no haya mucha gente.
8.
Que no haya mucha gente
9.
Que no haya mucha gente
10.
Que no haya mucha gente… Y que no
chillen (ya me habéis entendido)
¡Basta ya! No es de recibo y de persona integra hacer
listas de cosas que no tienen control. Por lo menos hasta que no vea doscientos
destinos, los catalogue, los relea y las fotos sean espectaculares.
Internet. Ese lugar plagado de cosas absurdas. Ventajas: no
hace falta hablar con nadie cara a cara. Basta con unos mensajes. Te puedes
hacer pasar por alguien que no eres. Yo suelo ser encantador, dialogante, y
hasta gracioso. Pero… Me da pereza, mucha pereza.
Otra ventaja: comprar sin que nadie te mire raro por tus
pedidos. Soy un experto en adquirir productos raros; véase una tostadora que
tiene la forma de un gato. Adoro los gatos, pero a los que no se acercan
demasiado.
Desventajas: es adictivo, y ahora mismo soy un yonqui.
Necesito, como mi gato, su latita de comida, conectarme y darle la vuela a toda
la red. Comprar compulsivamente y entrar en foros de gente feliz. Esa droga
dura: la observo desde fuera, como quien ve a otra especie.
Bueno, como no, necesito mi dosis. Abro mi portátil, uno
bastante bueno, no porque lo diga yo, en la web tenía cinco estrellas, yo le
pondría seis, ha aguantado de todo; agua en el teclado, café, migas de pan,
restos de comida, algún estornudo más fuerte de lo normal y algún golpe
“accidental” fruto de mi torpeza… Y la del gato.
Lo miro fijamente, al portátil claro, al gato nada, total, es como mirar al infinito de un mar oscuro… nada, que me voy por las ramas y
las mías no son muy estables.
Enfoco la mirada en la pantalla. Me duelen los ojos. La
cabeza empieza a palpitar, el estómago reclama atención y mi única neurona que
está disponible… Me dice que mejor lo dejamos para otro día.
O para otro año, que este ya lo tengo planeado… No pienso
hacer nada. Me da pereza.