-¿Fantasmas?
¡Estarás de broma!-Le dio una profunda calda al cigarro y desaparecieron las
letras de su marca favorita.
-¡En
serio papá! Estaban por todas partes, me miraban y hasta uno de ellos me
señaló. –Hipaba y el color rosado de su cara dio paso al rojo. De su barbilla
pendían lágrimas y en su pecho se dibujaba una forma indefinida y salada.
-Bueno
subiré a tu habitación y obligaré a esos
fantasmas a irse por donde han venido. –Se levantó, subió las escaleras y se
escuchó como se cerraba la puerta de la habitación con un golpe seco.
-¿papá?-el
torrente de lágrimas empapaba el pijama de ositos polares.
No
pasaron más de cinco minutos y a su lado estaba su padre. No lo había visto
bajar, ni escuchado sus pasos. Solo notó el frío que le erizaba todo el vello
de su cuerpo.
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